Relieve procedente del sepulcro de Fernando de Antequera, fallecido en el año 1416, con el escudo de armas puesto al revés los caballos, con su gualdrapa de negro en señal de duelo, con su pezuña en actitud de pisar y romper el escudo. Los jinetes en segundo término arrastran las banderas, según la costumbre de este ceremonial. Monasterio de Poblet. S. XVI.
CORRER LAS ARMAS
En la Alta y Baja Edad Media era costumbre, en España y Europa entre las casas reales y la alta y mediana nobleza un hecho singular para muchos desconocido, excepto para los medievalistas y enamorados de esta época.
Se trata del ceremonial llamado el “Correr las Armas”, acontecimiento multitudinario a veces prohibido por la iglesia, consciente ella del trasfondo pagano, censuró estas celebraciones, siempre que se hiciera dentro de ella e incluso algunas veces por el poder civil. Sin embargo, la tradición se mantuvo fiel y fue a lo largo de los siglos XIV y XV, cuando alcanzó el máximo esplendor, con ligeras variaciones.
Según algunos autores este ritual arranca del hecho que ya lo practicaban los romanos, cuando fallecía el César o un miembro importante del Senado, militar o un acaudalado mercader. El rito comenzaba con un velatorio donde estaban presentes los familiares más cercanos al difunto, siendo el óbito, por cuestiones de salud pública y malos augurios, al día siguiente del fallecimiento. Los entierros que más llamaron la atención e incluso congregaban mucho público, eran aquellos de personas pertenecientes a la nobleza o la realeza, cuales contaban con una ofrenda y el acompañamiento del cuerpo hasta el lugar del entierro.
Existen todavía algunas sepulturas medievales de nobles destacados en Castilla y la Corona de Aragón, como el relieve del sepulcro de Fernando de Antequera, fallecido en el 1416, en el monasterio de Poblet o el sepulcro del infante Don Felipe, muerto en el 1274, enterrado en Villalcazar de Sirga (Palencia), y algunos más que han persistido hasta nuestra época nos dan una ligera idea de este ceremonial en ocasiones fastuoso y multitudinario, según la importancia del difunto. Los “Libros de Horas”, tan populares entre las capas sociales altas, también es una fuente importante de este ritual, donde se encuentran abundantes miniaturas de funerales o de cortejos fúnebres.
Sepulcro del Infante Don Felipe de Castilla fallecido en el 1274, en Villalcazar de Sirga (Palencia). Relieve situado a los pies del sarcófago. S. XIII. (Obsérvese el escudo invertido, en señal de duelo y el arranque de cabellos participantes en el entierro).
Consistía como inicio, en primer lugar el alquiler de plañideras, que lloraban desconsoladamente arrancándose los cabellos, rasgándose las vestiduras, o haciendo ver que se los arrancaban; a la vez el pueblo llano también se unía a este ceremonial y evocaban las supuestas virtudes del difunto. A los caballos se les cortaba la cola en señal de duelo y los perros de caza también se integraban al cortejo, obligados a encabritarse y a los lebreles del señor a aullar. Los sirvientes hacían sonar la potente trompetería utilizada en el deporte de la caza, enarbolando banderas y estandartes arrastrándolos por el suelo. En cuanto a los caballeros de alto linaje esta comitiva era muy numerosa hasta llegar a la iglesia, representaba la cesión de sus armas de guerra y sus blasones ante Dios.
Sepulcro gótico de la abadesa Doña Urraca, en la Sala Capitular del monasterio cisterciense de San Salvador de Cañas (Logroño). (Obsérvese en el panel, imágenes de plorantes arrancándose los cabellos y arañándose el rostro.)
Según avanza la Edad Media, los funerales no fueron ya tan dramáticos, como en la Alta Edad Media. Las representaciones, por el alto costo, de este rito variaron ligeramente, siguió la procesión de plorantes, los pendones, banderas y gallardetes, no eran tan numerosos, además de los que eran sostenidos por los hombres a pie y los jinetes que tomaban parte en el cortejo fúnebre; los blasones siguieron depositándose alrededor del difunto, puestos a la funerala, es decir, invertidos. Lo que sí varió fue la entrada de los caballos en los palacios, iglesias y monasterios, en que daban varias vueltas alrededor del muerto, como se hacía anteriormente. Los caballeros allegados del finado portando los escudos al revés, -como podemos ver en las fotografías-, circulaban también con las armas inversadas en señal de duelo y más tarde éstos se quebraban acompañados del llanto teatral de las plañideras.
El quebrantamiento de los escudos, se situaba principalmente en el exterior de la iglesia a instancia del obispo y canónigos, por lo cual no se llevaba a cabo dentro del templo, combinado además con el arrastre y desgarro del pendón y banderas. Lo realizaban hombres de la familia a pie o allegados, que eran los que transportaban los paveses en el cortejo; la acción solía acompañarse de proclamas a voz en grito, en señal de intenso dolor por el fallecimiento.
Sepulcro de los Queralt en la iglesia de Santa María de Queralt (Tarragona). Relieve situado a los pies del sarcófago. Guerrero en actitud de arrastrar la bandera, con el escudo del linaje a la funerala. S. XIV.
El correr las armas en la Corona de Aragón
Una de las menciones más antiguas del córrer les armes, en la Corona de Aragón nos la ofrece Ramón Llull. La incluye en su libro “Libre de Evast e Blanquerna”, citamos el párrafo:
“Murí un cavaller en aquella çiutat, e com lo portaven soterrar a l’esgleya,anava sa muller (su mujer) e sos parents ab lo cors, e eren vestits de negre, e ploraven molt fortament, e fahien gran dol, tirant lurs cabels e squinçants lurs cares e lurs vestiments. En un gran cavavyl guarnit cavalcava un scuder armat qui cridava, e plorava la mort de son senyor, e les armes a envers portavan.”
(Murió un caballero en aquella ciudad, y como lo llevaban a enterrar a la iglesia, iba su esposa y sus parientes, vestidos de negro llorando con mucha fuerza, y hacían gran duelo, mesándose sus cabellos y arañándose las caras y su vestimenta. En un gran caballo guarnecido cabalgaba un escudero armado, que vociferaba y lloraba la muerte de su señor, y las armas las llevaba puestas al revés).
El funeral que describe Ramón Llull, sin duda corresponde al de un caballero de rancio abolengo. No debió diferir mucho en su contexto al que se ofreció en Valencia a Jaime I el Conquistador, debió de ser de una gran pompa y magnificencia al tratarse de un rey muy querido y respetado por el pueblo, fue enterrado en el monasterio de Poblet, en Tarragona, donde se hallan sepultados varios reyes y reinas de la Corona aragonesa.
A la muerte del rey Pedro el Ceremonioso, ocurrida en el año 1387, los representantes del consistorio barcelonés “el Consell de Cent”, se reunieron en asamblea para tratar sobre los detalles del funeral, decidieron que el cadáver del monarca no iba a ser el centro de la celebración, puesto que el fallecimiento no se había producido en la ciudad de Barcelona. Esta circunstancia determinó que no se hiciera la presencia de los caballos con las colas cortadas y incluida la del quebramiento de los escudos. Sin embargo, el fallecimiento del rey Juan II, ocurrida en la ciudad en el año 1479, determinó que el córrer les armes, sí fueran celebradas las exequias civiles, en las plazas y calles de la Ciudad Condal en el que participaban ocho jinetes enarbolando las cuatro banderas y cuatro paveses con los escudos del Reino de Aragón y de la Casa de Barcelona. Los caballos iban cubiertos con sus correspondientes gualdrapas con los colores franjados de amarillo y rojo emblemas de la casa reinante. El cortejo también incorporaba a los criados del monarca, haciendo sonar cuernos y bocinas de caza, haciendo gemir y ladrar a los lebreles; el grupo con gran estruendo se detenía en lugares clave de la ciudad, delante de la plaza de la Catedral, Generalitat, Ayuntamiento y como no en la actual plaza del Rei, donde se anunciaba la muerte del monarca. Se arrastraban las banderas del rey, se rompían los escudos y los jinetes se lanzaban al suelo desde sus caballos. Posteriormente comenzaban los oficios fúnebres, en los que lo concelebraba el obispo si trataba de algún miembro de la familia o del rey, con gran cantidad de sacerdotes vestidos con los ropajes eclesiásticos de negro, canónigos vestidos de color púrpura, representantes de todos los estamentos civiles; abades y abadesas que representaban a todas las órdenes, desde las contemplativas hasta las mendicantes; incienso derramándose por toda la catedral iluminada y engalanada con pendones, y paveses colgados al revés, con todos los cirios y teas que previamente habían encargado el Paborde a los cereros, también era un dispendio importante; los nobles muchos de ellos vestidos también de negro, las damas presentes vestidas de riguroso luto con pequeños tocados y sin más ornamento que un rosario pendiente del cuelo; en definitiva una cantidad eterógenea de personajes en las que el pueblo participaba desde la calle con gran duelo.
Sarcófago del obispo Pere Cescales, en una capilla de la catedral de Barcelona, con imágenes de monjas plañideras. Siglo. XIV.
Detalle del fraile en actutud de duelo, en el lateral del sarcófago el escudo del obispo Cescales. S. IV.
Naturalmente hoy en día en nuestra época moderna de avanzada tecnología, aún se encuentran restos de esta costumbre romana y medieval, supongo que los godos también celebrarían sus funerales de forma muy parecida, ya que copiaron de los romanos muchas de sus costumbres.
En algunos pueblos de España, en el sur de Italia, Marruecos, Argelia y todo el mediterráneo oriental, en algunos lugares, aún son llamadas las plañideras para ejercer sus dramáticos llantos en los entierros, naturalmente cobrando sus honorarios a cambio también de un suculento ágape. Aunque estos cortejos mortuorios de tipología medieval se han perdido del todo.
Descansen en paz.
Fuentes documentales: «El Córrer les armes». Un aparte caballeresco en las exequias medievales Hispanas. Por la Profesora de la Universidad de Barcelona Francesca Español.
ACTUALIZACION DEL 1 DE MARZO 20010
Lista de fotografías del Glosario Heráldico:
Armas Reales, 17-A; Armas propias, 17-A; Armas plenas, 17-A; Escudo papal, 12-E; Escusón, E-12; Escudo inglés, E-12; Escudo italiano, E-12; Escudo femenino, E-12; Rayo, R-3; Saliendo, S-1; Saliente, S-1; Sirena, S-7.
Relación de fotografías de linajes de la realeza y la alta nobleza de la Corona de Aragón:
Entença, Bernat Guillem, 4. – Cervelló, Alemany-Ramon, 48. – Hungría, Violant. H-5. – Queralt, 1. – Boil, 41. – Blanes, 38.
Relación de fotografías de linajes: Abadía, 1. – Alastruey, 16. – Baldrich, 5. – Betrán, 33. – Carnicer, 30. – Casasús, 30. – Cescales, 49.Correa, 72. – Desvalls, 14. – Fortón, 25. – Maranges, 9. – Montserrat, 47. – Porta, 45. – Rin, 16. – Zaidín, 34. – Zapata, 4.
Lista de escudos dibujados:
Letra A: Ansó, 38. – Antensa, 38. – Antón, 38. – Anzano, 39. – Aones, 39. – Anzano, 39. – Aparicio, 39. – Aparici, 39. – Aquilles, 40. – Aquillué, 40. – Ara, 40. – Arabués, 40. – Aragó, 40. – Aragón, 41. – Aragonés, 41. – Aragonés de Puigmoltó, 41. – Araguas, 41. – Aragüés, 41. – Arahuete, 42. – Aranda, 42. – Aranyó, – Arasanz, 42. – Araus, 42. – Arazo, 42. – Arana, 42. – Arbea, 43. – Arbia, 43. – Arbicio, 43. – Arbor, 43. – Arborser, 43. – Arbosich, 43. – Arbre, 43. – Arbrí, 44. – Arbrich, 44. – Arbués, 44, – Arbuxech, 44. – Arci, 45. – Arcs, 45. – Ardanaz, 45. – Ardévol, 45. – Ardiles, 46. – Arellano, 46. – Arén, 46. – Arenas, 46. – Abenia, 46. – Arenós, 46. – Areny, 46.
Letra B: Barutel, 14. – Bayola, 19. – Bearne, 20. – Beaumont, 20. – Bec, 20. – Becerola, 20. – Bege, 20. – Begur, 20. – Bela, 20. – Belaochaga, 20. – Belda, 21. – Bella, 21. – Bellarida, 21. – Bellavila, 21. – Bellegarde, 21. – Bellet, 22. – Bellfort, 22. – Bellsolá, 23. – Belluchi, 23. – Bellvehí, 23. – Bellvey, 23. – Bellvis, 23. – Bellvey, 23. – Belmonte, 24. – Belnoni, 24. – Beltrán, 24. – Beltrán de Gelida, 24. – Beltranes, 24. – Belucih, 24. – Beneche, 25. – Benedé, 26. – Benedid, 26. – Benet, 26. – Bennasar, 27. – Bensans, 27. – Bensó, 27. – Benvingut, 27. – Beráliga, 27. – Berart, 27. – Berbesor de Foixà, 2. – Berbesor de Guinaran, 28. – Berbesor de Mont (Doms), 28. – Berbesor de Vesora, 28.
Jesús
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