Valenciano. De Orellana. De azur, un collado de sinople, formando un desfiladero en el que transcurre un río de plata, a la diestra del collado, un árbol de sinople, en punta un repollo de lo mismo; en jefe un cometa de plata saliente, acompañado a cada lado de una estrella de seis puntas, también de plata. Soportado por dos águilas unidas mirándose, perfiladas de oro. Blasón de D. Pedro Coll, Baile de la villa de Orellana, Año 1596.¹ [Nob. Valenciano, Onofre Esquerdo] (Cortesía de D. Rafael Serra de La Creu i Bennàsser).
Blasón de don Pedro Coll. Año 1596
¹ “DE LA FAMILIA DE COLL. - La villa de Orellana tiene por señor, en lo temporal, al Cabildo y Canónigos de la Catedral de Urgel. Éstos, en el año 1596, nombraron por Baile de la villa a Pedro Coll, fiando en él su gobierno y el de las armas, en tiempo que unos herejes de Francia entraron desmandados a infestar la tierra por los puertos secos de..., haciendo en aquellas montañas daños considerables que atajó Pedro Coll con la gente que recogió su diligencia, y como caudillo y capitán en dos encuentros manifestó su valor, dejando muertos en la campaña más de mil enemigos como atestigua una información de testigos fidedignos, que he tenido en mi poder, en que constatan no sólo este servicio hecho a la Corona real, sino también que inquietando aquella comarca dos hermanos bandoleros llamados los Garretas, con robos y latrocinios, asistidos de mucho séquito, en escuadrón formado se resistían contra el poder de toda la Veguería y de los ministros reales. Pero la industria de Pedro Coll les supo armar tales asechanzas que cayeron en una celada y no queriendo rendirse murieron arcabuceados, pagando su delito, con cuya muerte los demás compañeros viéndose sin caudillo unos se rindieron y otros se ausentaron, dejando limpia la tierra del Obispado de Urgel, cuyos servicios gratificó el Cabildo con hacerle Baile perpetuo de por vida, de la dicha villa; pero hallándose viejo pasó el oficio a... y se fue a vivir a Valencia, el año 16... donde habiendo tenido noticias del valor y fidelidad de Pedro Coll, el Rey nuestro señor Felipe IV y de que era de limpio y antiguo linaje descendiente de los primeros conquistadores de Cataluña, mandó, con su real carta despachada a 22 de junio de 1639, a Don Luis Ferrer de Cardona, Caballero de Santiago y Gobernador de la ciudad de Valencia, armase caballero a Pedro Coll, al uso antiguo concediéndole las gracias que gozan los caballeros del Reino. Y después, con su real privilegio dado en Madrid, a 13 de julio, le hizo militar y dentro de dos días para mejor manifestar los méritos de Pedro Coll, con otro real privilegio, su data en Madrid, a 15 de julio de 1639, le hizo noble, no sólo a él sino también a sus hijos, nacidos y por nacer y a sus descendientes por línea masculina, y que él y sus descendientes usasen por armas un escudo sustentado de dos águilas reales de su color con perfiles de oro, pico y garras de lo mismo, y dentro campo azul; dos montes collados, que dejan entre sí un paso estrecho, que en lenguaje catalán se llama "coll", aludiendo a su apellido, y para más significación puso un repollo que en el mismo idioma se llama "col" y en lo alto tres estrellas de plata en línea y la de en medio con rayo como cometa, como van aquí estampadas
Casó Don Pedro Coll con Doña Isabel Alvanell..., hija de... Alvanell y de..., linajes limpios y antiguos en Cataluña y de este matrimonio fueron hijos: Don Salvador Coll, de quien hablaremos, Don Juan Coll, Don Pedro Coll, Don Francisco Coll, Doña Magdalena y Doña Mariana .
Don Juan Coll, hijo segundo de Don Pedro Coll y de Doña Isabel Alvanell, instituyo el mayorazgo con título de Barón de Ribas Altas, Berita y Trudellas, en este reino.
Dejando su patria, la villa de Oliana, vino a Valencia, donde tuvo tan buena fortuna, así en el trato de los tejidos de lana como en los arrendamientos de los lugares de Quart y Aldaya que son del Convento y Abadiado de Poblet, que acaudaló hacienda y crédito para mayores empleos, el más notable, según la voz y fama pública, fue que habiendo cautivado los moros una nave de ingleses cargada de sacos de lana, estos bárbaros a pocos horas del lance dieron en manos de las galeras de Génova y fueron cautivos con la presa. Las galeras aportaron a Vinaroz a tiempo que se hallaba Don Pedro Coll en la feria de San Mateo, y sabiendo que los genoveses trataban de vender la lana se ajustó con ellos comprando ciento veinte sacas a 20 reales la arroba; trájolas a Valencia y al abrir una de ellas halló cien doblas de a ocho que son mil doscientos ducados; fue abriendo las demás y encontró en ellas hasta suma de 20 mil ducados. Otros dicen que habiendo muerto pobre un amigo suyo y no dejando aun con qué enterrarse, movido a lástima, mandó Don Pedro le hicieran honradamente la sepultura y celebraran por su cuenta cien misas por aquel difunto; y a pocos días estando una noche tomando el fresco le llamó un hombre y bajando a ver quién era le guió a unas casas caídas y le dijo: "Cava al pie de esta tapia y hallarás con que tengas para hacer y bien a los pobres, que Dios te paga lo que me hiciste", y desapareció. Un suceso y otro tienen apariencia de verdad, crea el lector el que por más verosimilitud tuviere, pues ambos a dos son posibles: el primero por ser muy ordinario que los mercaderes esconden la moneda de plata y oro que llevan para sus empleos, por no pagar los derechos reales de sacarla de un reino a otro; el segundo que es constante que los moriscos que vivían en España escondieron grandes tesoros al tiempo que les sacaron de España con esperanza de volver por ellos, pues siendo ladinos en la tierra y en el lenguaje les sería fácil, pero su castigo mayor fue no dejar Dios lograran lo que a los cristianos hurtaron; del primero tenemos ejemplos y sucesos y hoy hay en Valencia haciendas en barriles de indi y en panes de cera amarilla, y del segundo son muchos los que en ruinas de edificios, con facilidad o buena fortuna, hallaron tesoros, aunque también otros que por buscarlos codiciosamente se perdieron. Da Dios hacienda y bienes a los hombres para que socorran las necesidades de los pobres. Conoció esta deuda Don Juan y así empleaba la mayor parte en servicio de la Iglesia y en útil de los necesitados acudiendo a Dios, a sus parientes y a los próximos recibiendo de contado las ganancias. Un día llegó una pobre viuda a Don Juan y le dijo que con sólo un manto y faldilla tenía ajustado casar a su hija con un labrador honrado, pero que se hallaba tan pobre que por no poderlo hacer temía perder tan buena ocasión. Lastimóse Don Juan por ver a la muchacha de buen talle y rostro que no sólo la dio para manto y vestido sino que le asignó cincuenta ducados para sus arras, ofreciéndose con su mujer ser los padrinos. Salió a la lonja de los tratantes y hallando uno que estaba melancólico le preguntó la causa: respondióle que haber sabido de Marsella, por tierra, que una nave en que había empleado cuatro mil ducados había salido del puerto un mes hacía para Valencía y que no sabiendo de ella le ocasionaba la tristeza, por saber andaban tres galeotas de moros corriendo las costas de Cataluña y temía la hubieran cautivado. Respondióle Don Juan Coll: "¿Queréis venderme el empleo por los cuatro mil ducados y correrá la cantidad por mi cuenta?". Tomóle la palabra el mercader y ajustóse, con auto, el concierto, con cláusula de que si dentro de seis días la nave no aportaba el Grau de Valencia le pagaría Don Juan cuatro mil ducados. Cumplido el plazo pagó Don Juan al mercader y al noveno día aportó la nave a la playa y quedó la mercaduría por Don Juan Coll, que despachada a diferentes mercaderes ganó en ella, pagada la conducción y los derechos de entrada, tres mil setecientos ducados; de ellos dio al mercader doscientos ducados porque no se afligiera de su poca dicha y repartió los cuatrocientos en limosnas a hospitales y monasterios y en pobres vergonzantes y los ciento en misas por las ánimas del Purgatorio. Con tales obras no era mucho Dios aumentara su hacienda.
Para la guerra de Fuenterrabía sirvió al Rey nuestro señor con mil ducados y te prestó sin interés dos mil. Y en tiempo de Don Salvador Coll casó con Doña Mariana Camps y tuvo de esta señora tres hijos: el primero fue Don Francisco, que murió en esta ciudad y vino huyendo de Cataluña por no tomar las armas contra su Rey; lo mismo hizo Don Pedro, su hermano, y se partió de esta ciudad para Mílán y sirvió a sus costas y rindió la vida sobre la ciudad de Como, porque le fue mandado poner un petardo a la puerta de la ciudad, el cual puso, y al volverse rindió la vida como esforzado capitán; el tercer hijo que tuvo este caballero fue Don Isidro Coll a quien llamó Don Juan Coll y nombró por heredero de su mayorazgo con título de Barón en este reino y le casó con Doña Isidra Coll, hija del cuarto hermano, a quien llamaron Don Francisco Coll.
Don Pedro fue sacerdote y murió en opinión de santo, por ser gran limosnero.
Don Francisco Coll casó con Doña Ángela Coves y tuvo dos hijos: a Don Juan Coll y a Doña Isidra Coll, que hoy es mujer del mayorazgo.
Doña Magdalena Coll casó con Francisco Royo, hidalgo en Aragón, y tuvo un hermano que fue el pavorde Royo; murió en opinión de santo el año 1638. De Doña Magdalena, Don Francisco tuvo siete hijos, pero todos fueron religiosos de diferentes órdenes.
Doña Mariana Coll casó con Juan Torres, hijo de Oliana, y allí mismo vivió. Tuvo cuatro hijos varones y dos hijas; los dos hijos han servido en Cataluña y Portugal al Rey de España y por eso hoy es Canónigo Capiscol de Tarragona un hermano de ellos a quien Don Juan Torres y otro canónico en Orgañá.